sábado, 20 de octubre de 2012

Señoritas...





Cielo donde estás... volteo a ver a cada cardinal y no te encuentro...
debajo de mis pies, no se encuentra nada,
debajo de mi mirada; solo hay obscuridad...
Lo abstracto del comportamiento es distinto a cada alma...
la sonata se va del réquiem, hasta convertirse en silencio inapropiado, 
desgastado, por los que presumen, de esto y aquello que carecen
es que acaso no hay nadie en la pista... Es demasiado pedir una noche al cielo, 
Solo una noche, de estrellas bajas, de esas cuales pensamos
de esas que tomamos y apropiamos en canciones  
de esas que les ponen acentos y significados incomprensibles 
de esas he de tomar de la mano, para bailar está pieza...
Chopin es el que toca, esta sentado frente a su piano, al fondo de lugar 
... Y el cielo se llena de estrellas, sobre él
la pareja se recuesta a mi hombro, comprendiendo cada nota
como quizás, el mismo nunca comprendió...
Jamás he pensado en momentos como este
y en algunos otros, mucho menos,
donde el sentido se le fugan abstracciones
mi disentimiento no es por noches como está, al contrario, 
donde el pensamiento se pierde, con el paso cansado
donde las estrellas buscan su luz, pues no la hemos apropiado.
Amo las noches de los pueblos... Y llegado a creer que a ustedes también
pues migran a su cielo... No para de tocar Maestro; Bravo,
le está tocando esta Serenata a cada una de ellas, sin temor a equivocarme, 
es usted, todo un Don Juan.
Usted con las estrellas vive su música
yo con quien bailo, esta vida, abrazo las notas a mi oído 
irreverente como siempre, incasable como pretendo ser
lo escucho, y voy de la mano por cada escala para llegar a ellas.
Filtrare su luz, señoritas... a mi camino, pues pretendo que sea largo
 Y después de está pieza... Sigue otra, volemos a su cielo. 


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